Durante muchos años -y todavía hoy no doy por perdida la batalla- no dejo de sorprenderme y de combatir la idea por la que no pocos prevencionistas dicen que la ergonomía es una herramienta puesta a disposición de la empresa para dar confort cuando ya se han alcanzado metas como la seguridad y la productividad. Me resulta insoportable porque va en contra de los principios mismos de esta disciplina: no es posible dar confort sin establecer criterios coherentes de eficacia y fiabilidad, o dicho de otro modo, la ergonomía no es el último peldaño de la prevención, sino el primero de la salud, la productividad.
Y el mejor ejemplo de esto son las condiciones medioambientales de los entornos de trabajo. Recuerdo hace años la sorpresa de un grupo de ingenieros a los que daba un pequeño seminario sobre el "error humano" cuando le mostré el "prospecto" o el "manual de uso" de los operadores humanos: recuerdo que bromeaba sobre la increible pérdida de fiabilidad que tienen los operadores humanos en entornos con fuerte estrés térmico, cómo el número de errores aumenta bruscamente cuando el entorno acústico se vuelve agresivo, en definitiva, cómo una malas condiciones físicas de trabajo son el trampolín de la pérdida de eficicacia y fiabilidad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario