Entre estos profesionales, Thierry Roger -quien después sería responsable de dirigir un equipo de 50 ergónomos para PSA Peugeot- trabajaba en Altos Hornos, Bernard Michez siempre con el combustible nuclear, Pasdeloup sumergido en la supervisión de redes de telecomunicaciones para France Télécom, Mado (Madeleine Mas) en los puentes-grúa de la gran Sollac de Marsella, Franck Roumier y el que les escribe, en un pueblo perdido de Normandía apestando a queroseno junto a las laminadoras de aluminio de Rhénalu (de Franck y de esta aventura en Rugles hablaré uno de estos días).
Quien haya intentado poner en marcha una iniciativa como la que les describo entenderán la importancia y la grandeza de Jacques Christol, miembro de honor de la SELF. Este maestro de ergónomos no sólo hizo posible la intervención de la ergonomía en grandes proyectos industriales sino que credibilizó el oficio ante las direcciones de ingeniería de proyecto; también facilitó el que los ergónomos podamos demandar hoy honorarios acordes con el nivel de complejidad y exigencia de nuestro trabajo. Todos los grandes de la profesión admiran a este nieto de agricultores de Ouveillan.
Sin embargo su principal virtud fue y es humana: generoso y seductor, extremadamente sutil en sus relaciones con los clientes, elegante es la estrategia de interacción en los grupos de proyecto. Su impronta, su estilo, ha dejado una marca indeleble en todos los que hemos estado a su lado.
De raza les viene a los galgos: Jean Christol dirige la editorial fundada por su padre, Octarès.

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