martes

¡Viva la fisiología del trabajo!

.
Hoy estoy de suerte. Tengo que escribir un informe en el que los datos de partida son frecuencias cardiacas, informaciones sobre metabolismo, medioambiente térmico, informaciones sobre esfuerzos, newtons, kilogramos... No siempre es así: en los últimos años es como si todo mi trabajo girara en torno a la actividad mental, el diálogo hombre-máquina, las interacciones humanas en la organización, la usabilidad, el comportamiento humano al límite cognitivo...

Después de mucho tiempo vuelvo con placer al coste cardiaco, al comportamiento muscular, a la termorregulación, a las benditas kilocalorías.
Hubo un tiempo en el que, como estudiante de ergonomía en París, tuve que responder a una pregunta de Alain Wisner en el gran Amphitheatre del CNAM:
- Y usted, ¿qué es lo que estudió antes de venir aquí?
- Estudié sociología, profesor.
- No se preocupe, resolveremos eso aquí.
Boutade típica de Wisner que me tocó en lo más profundo: mientras las corrientes más vanguardistas de la ergonomía se dirigían hacia la sociología, la antropología, la teoría de la organización, quien escribe estas páginas pasó meses estudiando neurofisiología y biomecánica con profesores como Michel Millanvoye, un verdadero maestro...
Es maravilloso comprobar el milagro del cuerpo en situación de trabajo, cómo los diferentes componentes y sistemas (nervioso, circulatorio, digestivo, muscular...) que hacen funcionar al cuerpo tienen un comportamiento permanentemente imbricado, un sentido inapelable, una lógica biológica que se remonta tan lejos; cómo los datos fisiológicos, incluso los más primarios, permiten construir soluciones útiles, incluso elegantes.
Fue también Wisner quien dijo aquello de que "es tal la ignorancia que sobre las caracteristicas del ser humano se tiene en la industria que una aportación antropométrica, por pequeña que sea, tiene un enorme impacto sobre las condiciones de trabajo". Es verdad, maître...

viernes

Partipación ma non troppo

Estoy volviendo de un periodo laboralmente muy exigente: vida en un simulador, viajes, hoteles, conferencias sobre error humano, libros y más libros, frio siberiano en trabajos de mantenimiento a la intemperie, frío congelador y extremo...
A propósito de las extremidades, creo que fue Miguel Mihura quien dijo aquello de que "los extremeños se tocan": una de las más llamativas experiencias vividas en los últimos meses ha sido la de comprobar que, efectivamente, en cuestión de participación de los trabajadores en las decisiones de cambio tecnológico en la empresa, los extremos se tocan.
Si bien siempre pensé que ignorar la opinión de los operadores, consumidores o usuarios era prescindir de un capital de conocimiento impagable en cualquier proceso de decisión de cambio o mejora tecnológica, acabo de constatar que, cuando los usuarios u operadores se adueñan de un proceso de concepción, la aberración, la falta de sistemática, la incoherencia y la falta de sustancia se apoderan del proyecto y, en consecuencia, de la actividad del ingeniero. He aprendido que no escuchar al operador puede ser tan negativo como sólo escuchar al operador e imagino que esto sonará extraño para muchos, pero así es. Vive la polémique...