Algunos de los lectores de este blog me advierten -con toda la razón- de la progresiva solemnidad que van adquiriendo mis notas. Nada más lejos de mi intención, así es que estoy dispuesto a romper con esta tendencia, hablando de algunos de los espectáculos industriales que he tenido oportunidad de presenciar durante mi vida profesional.
Un planeta cerca de Orión: no hay espectáculo industrial más impresionante que el que ofrece una refinería de noche; si esta refinería se encuentra en el Norte y hay bruma, mucho mejor, el espectáculo hubiera encantando a los art directors de Blade Runner.
Aroma, romanticismo: la llegada de un tren lleno de sacos de cacao a la terminal de una gran fábrica de chocolate de una multinacional suiza. Recomiendo introducir los brazos en uno de estos sacos y acariciar las habas de cacao. Aspirar el aroma.
La boca abierta: tocar casi con la punta de los dedos las tripas de un Boeing 747 cuando, al despegar, sobrevuela la terraza de alguna de las Torres de Control de Tráfico Aéreo. No taparse los oídos y dejarse atronar por los reactores.
Prestidigitación: ver cómo salen las llaves y las monedas de los bolsillos del pantalón como si tuvieran vida propia cuando uno se pasea junto a una manada de cubas electrolíticas en funcionamiento. Observar cómo se dirigen como balas hacia estos nidos cargados de magnestismo y llenos de lava de aluminio.
Infierno: laminadoras funcionando en régimen de crucero, vapores de keroseno que enrarecen el ambiente, ruido ensordecedor. Los cilindros son como torpedos que se introducen con la misma precisión que en un submarino en pleno combate. Ver cómo los acarician sus cuidadores, los operadores de mantenimiento.
Bosque de gigantes: subir a un aerogenerador y abrir la trampilla, junto a las aspas. Mirar el bosque de gigantescos molinos. Pensar, inevitablemente en D. Alonso Quijano.
Plegaria, intimidad: entrar dentro de un gran tanque de almacenamiento en algún complejo petroquímico durante los trabajo de mantenimiento. Catedral industrial llena de andamios. Observar cómo caen las cataratas de chispas que vomitan los soldadores. Escuchar los ecos dodecafónicos de las radiales al cortar. Permanecer en silencio, tal vez en pagana oración.
2 comentarios:
Muy linda y humana y poco solemne nota... me encanto la luna esa!
Este artículo demuestra su gran sensibilidad y conexión con el entorno y el presente, cualidades muy valiosas para un ergónomo, felicidades, mi admiración por la gran persona que es. Gracias por compartir.
Alejandro Ramírez Hernández
Ergónomo en México
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