Estoy volviendo de un periodo laboralmente muy exigente: vida en un simulador, viajes, hoteles, conferencias sobre error humano, libros y más libros, frio siberiano en trabajos de mantenimiento a la intemperie, frío congelador y extremo...
A propósito de las extremidades, creo que fue Miguel Mihura quien dijo aquello de que "los extremeños se tocan": una de las más llamativas experiencias vividas en los últimos meses ha sido la de comprobar que, efectivamente, en cuestión de participación de los trabajadores en las decisiones de cambio tecnológico en la empresa, los extremos se tocan.
Si bien siempre pensé que ignorar la opinión de los operadores, consumidores o usuarios era prescindir de un capital de conocimiento impagable en cualquier proceso de decisión de cambio o mejora tecnológica, acabo de constatar que, cuando los usuarios u operadores se adueñan de un proceso de concepción, la aberración, la falta de sistemática, la incoherencia y la falta de sustancia se apoderan del proyecto y, en consecuencia, de la actividad del ingeniero. He aprendido que no escuchar al operador puede ser tan negativo como sólo escuchar al operador e imagino que esto sonará extraño para muchos, pero así es. Vive la polémique...
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